miércoles, 20 de mayo de 2009

MANDAYONA


Situado casi todo él en la margen izquierda del río Dulce, y a escasa distancia de la general de Zaragoza, Mandayona queda de la capital a poco más de media hora de camino, sin que sea necesario abusar del buen estado de las carreteras. Cuando uno baja la cuesta del Mu­rallón, dando vista a las nuevas edificaciones, se sorprende y piensa que aquél pueda ser un pueblo diferente; después se da cuenta de que en realidad lo es. A lo largo de la carretera de entrada, que para los efectos viene a ser la principal calle de Mandayona, apenas se ven dos personas que toman el sol en una de las aceras. Antes había visto de pasada las nuevas instalaciones del Centro Médico y, en las orillas, su iglesia parroquial, una fábrica de harinas y el edificio impecable de la casa cuartel de la Guardia Civil.
Mandayona es un pueblo donde, a diferencia de los demás, la gente vive de la industria. Una fábrica de harinas, otra de papel y la de ce­mentos en Matillas dan trabajo a más de un centenar de empleados, circunstancia que se hace visible en su nivel y modo de vida a la hora de comparar con cualquier otro de la misma o superior capacidad de población donde se viva del campo exclusivamente.
-Aquí podrá haber un grupo de ocho o diez personas que vivan s6lo de la agricultura.
-Es cosa reciente la industria en Mandayona?
-No. La fábrica de harinas comenzó a funcionar en 1925, y la de papel es más antigua todavía. La tradición papelera en la zona se re­monta a tiempo inmemorial, pues siempre se ha dicho que el primer papel moneda que empleó el Banco de España se hacía en Aragosa, aquí muy cerca.
-¿Resulta cómodo presidir un Ayuntamiento con nivel de vida alto?
-Se lo puede usted imaginar. Un Ayuntamiento pobre y un pueblo rico lleva siempre una serie de problemas difíciles de resolver. Podrá hacerse una idea si le digo que en Mandayona se consumen diariamente un millón de litros de agua y se hace precisa una ampliación. Por otra parte, el Ayuntamiento no suele poner impuesto a los vecinos, pese a las cosas que se vienen haciendo. Yo creo que no es demasiado cómodo. Me habló don Fernando Aldana. Muchos años como alcalde y ahí está, yo pienso que no sólo como autoridad, sino también como padre y benefactor. Don Fernando es el dueño de la fábrica de harinas y pastas de Mandayona, una industria que mensualmente aporta a las familias, sólo en sueldos, más de dos millones de pesetas, mientras que las restantes empresas contribuyen al bienestar económico del vecin­dario con otra cantidad similar.
-¿Cuántos habitantes son en este momento?
-Poco más de quinientos. Estamos sobre los quinientos treinta.
Al dar un paseo sin prisas por las calles del pueblo se pueden con­tar: dos bares, dos entidades bancarias, dos carnicerías, una pescadería y media docena de tiendas donde se vende de todo.
Mandayona tuvo desde hace siglos una devoción muy especial a la Se­mana Santa y a la fiesta de Pascua. Son famosas las que aquí llaman "tortas del ramo", que se suelen comer acompañadas de su limonada tradicional en el Domingo de Ramos y días que preceden al Jueves Santo. Me contaba algunas de estas cosas don Santiago, un joven sacer­dote dedicado por entero a su misión y al que, pronto me di cuenta, le gusta hablar solamente de las cosas que un cura debe hablar.
-Aquí se vive la procesión del Viernes Santo. El pueblo entona cantos antiquísimos que todavía se conservan y es una pena que se lleguen a perder. Luego, el Domingo de Resurrección, la procesión del Encuentro tiene toda su vieja raíz y se cantan versos de hace muchos años, quizá siglos.
Por supuesto que los versos de los que me hablaba don Santiago tienen su origen en el corazón del pueblo, tanto en su estructura como en su propio contenido.

Ya se han llegado a ver juntos
el Rey del Cielo y su Madre,
porque no se habían visto
desde el jueves por la tarde.

y más adelante continúan :

Acepta, Virgen piadosa,
que demos la enhorabuena
al pueblo de Mandayona,
que por Patrona os cuenta.

Y así es. La Patrona, Nuestra Señora de La Paz, tiene su fiesta el 24 de enero, aunque por conveniencia del vecindario se ha trasladado al 8 de septiembre, si bien en la primera fecha se recuerda con una ceremonia y sigue siendo fiesta en cierto modo.
Calle adelante con dirección a la fábrica de papel, adonde me acom­pañó don José Ures, concejal tesorero, se pasa por la puerta de la señora Martina, una fonda que se ha ganado el prestigio luchando con las mejores armas: el bien hacer y los precios sin competencia.
La fábrica de papel coge al otro lado del río Dulce, en las orillas del pueblo. Cuando llegamos allí las máquinas estaban paradas y fun­cionaba únicamente la sección de corte y clasificado del papel.
-Solemos hacer cada día unos 20.000 kilos de papel.
-¿Cuánto pesan estos rollos?
-Pues mire: los hay de 200 kilos, de 500 y de 1.000.
Federico García es empleado de la fábrica y le hubiera gustado en­señárnosla en pleno funcionamiento. Otra vez será.
Pero la gran novedad de Mandayona es su colegio. Una construc­ción diferente a todas las de su especie y cuyo proyecto estuvo en París como modelo de edificios educativos. El colegio queda ligeramente apar­tado del pueblo, sobre un leve altozano desde donde se ven los huertos de Los Cerraos al otro lado del río. Es un centro de los llamados de aula abierta, donde al parecer los alumnos se mueven con plena libertad ajustándose a un contrato de trabajo. Da la impresión al estar allí de encontrarse en una ciudad escolar donde se adivinan a los muchachos en un ir y venir como si se encontrasen en su propia casa. Tiene el colegio en realidad como una sola aula que lo ocupa todo él y las clases se comunican en su parte posterior con la gran nave central y entre ellas mismas, de manera que los alumnos pueden ver y escuchar a sus colegas de las otras clases en plena faena. Mucha luminosidad, incluso cenital, y mucha ilusión en su joven director, don Andrés Asenjo.
-Aunque no lo parezca, son aquí muchas más las ventajas que los inconvenientes: libertad, luz, actividad independiente. . .
-¿Cuántos alumnos hay?
-Hay doscientos alumnos en total. Unos, de Mandayona, y otros, de doce pueblos que vienen en transporte escolar.
-¿Suelen recibir visitas?
-Sí viene gente, sí; sobre todo, estudiantes de Magisterio de varias escuelas universitarias, incluso del extranjero. Además, se filmó una película que se suele proyectar a futuros profesores.
Junto al colegio están las obras del polideportivo, paradas desde hace años. Un polideportivo cubierto con piscinas y canchas de todo tipo, donde uno piensa que se quiso hacer algo grande y se dejó por falta de utilidad. Se dice que las obras se reanudarán en breve, pues, cierto es, que si la idea inicial no se consideró bastante es absurdo dejarlo hundir cuando con un ligero esfuerzo podría aprovecharse de él la juventud de toda la zona.
Mandayona. Un pueblo distinto, sí; pero que por sus inquietudes, por su trabajo, por sus logros y por su gente impresiona muy a su favor al que hasta ese día no había tenido la ocasión de entrar en sus parti­cularidades más visibles.

(N.A. Abril, 1980)

1 comentario:

Hisae dijo...

Maravilloso repaso a la historia de MANDAYONA...